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¿Laicismo o anticlericalismo? ¿De qué hablamos en realidad?

5 abril, 2017
¿Laicismo o anticlericalismo? ¿De qué hablamos en realidad?

Reproducimos este interesante artículo publicado por Luis Antequera en su blog “En cuerpo y alma”:

Uno de los mantras que desde posiciones políticas muy concretas se intenta imponer en la opinión pública española en el momento presente es el que intenta hacernos creer que aunque otros aspectos de la libertad y de la democracia sí se hallen “algo” mejor consolidados en España (solo “algo”, ¡eh?, porque la verdadera democracia es “la que nos traen ellos”), el sistema político español tiene aún una asignatura pendiente que no ha conseguido implementar ni adecuada ni inadecuadamente, que no es otra que la del laicismo.

Nada más lejano a la realidad. Nada, por decirlo como realmente es, más falso, más mentiroso, más torticero y más perversamente intencionado.

La Constitución española y con ellas las leyes que la desarrollan, implementó con toda normalidad, y hasta exhaustivamente, el laicismo que hoy es conditio sine qua non de todo sistema que aspire a ser considerado democrático. Lo hizo en el artículo 14 que reza:

            “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Abundó en él en el artículo 16, que dice:

            “1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades”.
            2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias”.

Y sobre todo en el apartado tercero de dicho artículo:

            “3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.

Y terminó de afirmarlo en el artículo 26 que consagra otro de los derechos fundamentales e intrínsecos a todo sistema que se considere democrático, la libertad de enseñanza –“Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”– cuando asienta:

            “3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.

No se puede ser más explícito, más claro y más concluyente. Entonces, ¿a qué esa afirmación según la cual una de las asignaturas pendientes de la democracia española es la del logro del laicismo?

Pues bien no se trata de una afirmación ni gratuita ni carente de intencionalidad, porque los que intentan hacernos creer que el sistema político español no garantiza adecuadamente el laicismo lo que quieren no es que lo haga, -¡cómo podrían quererlo, si ya está hecho!-, sino que lo convierta en un fenómeno en el que ellos se sienten mucho más cómodos, que no es otra cosa que la represión laicista, o dicho de otra manera, el laicismo represivo. O con una palabra aún más esclarecedora, anticlericalismo, puro anticlericalismo. O todavía con otra, más actual, cristianofobia, verdadera cristianofobia. Es decir, no aquel laicismo que respeta todas las creencias religiosas sin pronunciarse por ninguna, manteniéndose neutral sobre todas ellas, y en todo caso, cooperando proactiva y proporcionalmente con todas ellas según afirma el artículo 16.3 de nuestra Constitución, sino en un laicismo agresivo, regresivo, negativo, represivo en suma, que, por un lado, niega todo valor a la religión, -y para decirlo como es, a la religión cristiana- y por otro, la combate por todos los medios a su alcance.

Unos medios que en unos casos son más “inocuos”, como esas instituciones a las que vemos negar la presencia de sus miembros en los actos religiosos que celebra con toda normalidad el pueblo al que representan. Pero en otros más agresivos y lesivos, como esas instituciones a las que vemos apoyar manifestaciones antirreligiosas con fondos públicos, innecesario citar ejemplos… y en el límite, con comportamientos y hasta leyes declaradamente represoras, con un coste muy alto incluso pagado en sangre, que lejos de mantenerse neutrales sobre el hecho religioso como el laicismo stricto senso postula, lo que hacen es combatirlo declaradamente, tal y como ha ocurrido en esas dictaduras tan admiradas desde esas mismas instancias políticas del panorama español y mundial como lo son la soviética, la china o la norcoreana (pinche aquí para conocer algo más sobre el tema).

En última instancia, el laicismo utilizado contra el laicismo. No es un proceso que no conozcamos, porque es idéntico al que utilizan los que apelan a la libertad, y hasta la utilizan mientras existe, para, justamente, acabar con la libertad. Que por otro lado, suelen ser los mismos, -¡mire Vd. qué casualidad!- que los que quieren acabar con el laicismo apelando al laicismo.

Y bien amigos, sin más que desearles como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos, me despido por hoy una vez más de Vds.

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