Artículo publicado en Actuall.com de nuestra presidente María García.
En este enlace pueden acceder al artículo en la página original.
Acabamos de pasar el ecuador de este año y, desde el Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia, ya hemos registrado en España 33 ataques a cruces y a iglesias cristianas (han derribado o vandalizado tres crucifijos, han hecho pintadas satánicas en una iglesia evangélica y han profanado o llenado de grafitis 29 iglesias).
Teniendo en cuenta que el año pasado registramos 47 casos en todo el año, no vamos a mal paso, desgraciadamente.
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Desde el OLRC pensamos que se podrían tomar medidas muy simples para reducir estos casos, porque, aunque hubiera una iglesia profanada o atacada ya sería grave; aún más cuando estamos en estas cifras.
Una de estas medidas es, simplemente, persuadir a los atacantes con medios de seguridad. Por ejemplo, una cámara o una simple alarma. Esta no debería ser en toda la iglesia, sino solo en el altar para que los feligreses pudieran ir a rezar en los momentos en los que el templo está abierto.
En este medio año que llevamos, el mes que más casos hubo fue marzo, con hasta 12 ataques a templos, la mayoría perpetrados por feministas radicales tanto el 8 de marzo (Día de la Mujer Trabajadora) como en días posteriores.
Pero no son los únicos grupos que atacan los templos cristianos:
Ese mismo mes, dos mujeres fueron detenidas por robar las vestimentas litúrgicas y hacerse fotos burlescas con ellas en Sevilla.
También grupos nacionalistas han hecho de las suyas: en enero destrozaron una cruz en Ondarroa. En Cataluña, activistas de ANC se encerraron durante horas en la Sagrada Familia y jóvenes de Arran colgaron en Montserrat una pancarta llamando machista a la Iglesia católica.
Sin olvidar al grupo LGTB que asaltó la catedral de Alcalá pidiendo que el obispo fuera expulsado de la ciudad e insultando a los fieles que allí había rezando.
Estos casos pueden llevar a los creyentes a no poder practicar su fe libremente y a temer incluso a ir a rezar. Por supuesto, es una situación mucho más segura para los cristianos que en otros países de África y Asia. Pero no podemos ponernos una venda (ni las autoridades, ni la sociedad civil, ni la jerarquía eclesiástica). Y sabemos que hay medidas para reducir estos casos.