Por su interés, incluimos este análisis del Despacho Pellicer de Juan al Informe Ataques a la Libertad Religiosa en España 2016:
«La libertad religiosa, nos da la medida exacta de la existencia o no de una verdadera democracia.
El derecho a la libertad religiosa no es un derecho humano sin más, es el test que mejor revela la medida con que cada sociedad respeta al hombre en su dignidad más profunda, esto es, en sus creencias religiosas, de tal modo que a ninguna persona se le obligue o impida actuar conforme a ellas, tanto en público como privado, solo o asociado.
Es por esto que ya en el Preámbulo Declaración Universal Derechos Humanos se dice expresamente que el reconocimiento y menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que constituyen la aspiración más elevada del hombre el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y la miseria, disfruten de la libertad de la palabra y la libertad de creencia. Y en su artículo 13 señala que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión.
La Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II declara que toda persona tiene derecho a la libertad religiosa porque se funda realmente sobre la misma dignidad de la persona humana, que se conoce sea por medio de la palabra de Dios revelada como a través de la misma razón. Y consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción para obrar contra su conciencia o impidiéndole actuar conforme a ella.
Es decir, que tanto la máxima autoridad civil internacional como la autoridad eclesiástica coinciden en afirmar que la libertad religiosa es un derecho universal inviolable, en cuanto que se asienta sobre la dignidad de la persona. Y así quisieron expresamente consagrarlo tras las atrocidades de la II Guerra Mundial.
Nuestra Constitución garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto. España es un Estado aconfesional que debe estar en armonía con el patrimonio y tradiciones culturales propias, porque no se violenta el principio de igualdad ni laicidad, ni supone una discriminación que el Estado conceda una especial posición jurídica a la confesión más arraigada, que representa los valores religiosos profesados por la mayoría de los ciudadanos, y que pertenecen al patrimonio histórico y cultural.
El Papa emérito Benedicto XVI afirma que en la actualidad, los cristianos son el grupo religioso que más sufre persecución a causa de su fe.
San Juan Pablo II, que experimentó todo tipo de amenazas contra su dignidad humana y libertad religiosa en su Polonia natal asediada por el comunismo, en 1.978 dirigió una memorable carta al secretario general de las Naciones Unidas en la que, literalmente, le decía: «La libertad religiosa es la base de todas las demás libertades y está inseparablemente ligada a todas ellas por la dignidad misma que es la persona humana».
En el siglo XXI hay pocas sociedades que estén dispuestas a respetar al ser humano porque desprecian su dignidad más profunda: sus creencias religiosas y muchos Estados hacen dejación en su deber de garantizar la libertad religiosa, promover la concordia entre los seguidores de las diferentes religiones y respetar que la Iglesia viva su forma comunitaria basada en la fe. Iglesia y Estado son espacios distintos, pero siempre en relación recíproca. Sin embargo en el actual contexto de libertad personal y mundo globalizado hay, en el mejor de los casos, un debilitamiento institucional para estructurar la vida de los que confiesan un determinado credo.
Impera una persecución abierta y sangrienta a la libertad religiosa y el OLRC, al igual que los medios de información más objetivos, constata estas diarias y preocupantes noticias de persecución religiosa violenta.
Hay una especial y cruenta cacería de los cristianos en no pocas naciones como Corea del Norte, Somalia, Afganistán, Pakistán, Sudán, Siria, Irak, Irán, Eritrea, India, Nigeria, Yemen, Arabia Saudí y China por citar las más significadas.
Pero también se impone una persecución religiosa más sutil, soterrada y sibilina que, progresivamente aumenta en las sociedades democráticas occidentales; bajo el epígrafe de laicismo, se esconde una marginación y arrinconamiento de la religión hasta el punto de impedir todo tipo de manifestación externa.
Hoy haremos bien en considerar otra forma de limitación de la libertad religiosa, menos evidente que la abierta persecución. Nos referimos a la pretensión de que una sociedad democrática deba relegar al puro ámbito de las opiniones personales el credo religioso de sus miembros y las convicciones morales derivadas de la fe (San Juan Pablo II).
Vivimos un gradual e imparable proceso, no de “sana secularización”, sino de secularismo y laicidad radical, que va reduciendo poco a poco la religión al ámbito privado, porque, cumpliéndose lo que dijera el Papa Emérito Benedicto XVI siendo Cardenal: en Europa el laicismo se ha vuelto intolerante, el laicismo se está transformando en una ideología que se impone a través de la política y que no permite espacio público o una visión católica o cristiana de la sociedad.
Occidente legisla contrariamente a los derechos fundamentales, como pronosticó San Juan Pablo II: La Declaración Universal de los Derechos Humanos será progresivamente vaciada de autoridad moral y de fuerza vinculante, por la creciente difusión de un pensamiento filosófico y político de individualismo libertario, de matriz nihilista o agnóstica.
En rápida ojeada al Informe 2016 del OLRC, constatamos ese totalitarismo laicista e ideológico de nuestro entorno más próximo, encubierto por una aparente neutralidad o aconfesionalidad de las autoridades civiles.
El desafio que tenéis ante vosotros -dijo San Juan Pablo II en 1998 hablando a ciudadanos de Maryland, USA- consiste en sensibilizar las conciencias de las personas acerca de la importancia que tiene para la sociedad la libertad religiosa y la defensa de esta libertad contra aquellos que querrían excluir la religión de la esfera pública y establecer el secularismo como fe oficial de América.
Y el OLRC hace ya once años que cogió el testigo de ese desafío para sensibilizar la conciencia de las personas amantes de la libertad».
Despacho Jurídico
Pellicer de Juan