Hace unos días, nos enviaban este enlace al correo: 7 razones para no matricular a tu hija o hijo en religión.
No solo los católicos defienden la presencia de la asignatura de Religión en las aulas. Para muestra, os dejamos dos textos de dos reputados autores, no precisamente clericales: el escritor Miguel de Unamuno y el diputado francés Jen Jaurés:
Carta de Unamuno
El periódico La Nación, de Buenos Aires, publicó en mayo de 1913 una carta de Unamuno que titulaba “Sobre la enseñanza laica”. Decía así:
“Son muchos los padres que, habiendo perdido las creencias de su niñez y su mocedad, y hasta habiéndose convertido en racionalistas, agnósticos o tal vez ateos, dejan, sin embargo, que se eduque e instruya a sus hijos en las creencias mismas en que a ellos se les educó e instruyó, y a lo más añaden: Cuando ellos sean mayores y tengan uso de razón, sabrán escoger y decidirse. ¿Es contradicción? Tal vez, no lo niego, pero de contradicciones así vivimos, y sin ellas moriríamos.
Hay, en primer lugar, un sentimiento de respeto al niño, y a la responsabilidad de darle buena formación No se quiere inculcarle desde niño otro prejuicio que el prejuicio tradicional de la sociedad en que vive. Cuando él sea mayor, se dice, él verá cuál es la religión dominante en su país, él conocerá otras religiones y podrá escoger entre ellas con conocimiento de la materia, o se quedará sin ninguna. Pero el padre, cuando opta por la religión, yo creo que con un seguro instinto, opta porque su hijo empiece educándose en la fe que hizo la sociedad en la que vive y le dio sus más firmes cimientos morales, a reserva de que más adelante la examine y la rechace su razón, si así se lo pide su conciencia”.
Carta de Jean Jaurés
El socialista Jean Jaurés, diputado del Partido Obrero Francés en 1889, recibe una carta de su hijo que le pide un certificado para no asistir a las clases de religión. Esto es lo que contestaba el padre:
“Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión… Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás. No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas. No lo serían sin un estudio serio de la religión. ¿Cómo sería tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate? Dejemos a un lado la política y las discusiones, y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición…. Te sorprenderá esta carta, pero es necesario , hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esta obligación”.
Textos recogidos de esta página.