Artículo contra la Iglesia católica

La Iglesia católica de este país goza de un privilegio indiscutible. Nadie como ella acapara tantas miradas complacientes del conjunto de la sociedad en general y de los medios de comunicación en particular. La Iglesia ha conseguido presentarse a sí misma ante los ojos de la ciudadanía como la depositaria última (y por ello imprescindible) de los valores más nobles del ser humano. Claro que no ha convencido a todo el mundo, pero sí a una importante masa social y mediática. La Iglesia ha sabido embadurnarse a sí misma de un buenismo especial y consustancial a su propia esencia, a base de construir el relato de que está siempre del lado de los pobres y de los que sufren, que practica la caridad como fin último de su actividad en este mundo, o que su misión pone principalmente el foco en el mundo espiritual y no en el material. Añadido a esto está la imagen personal que se esfuerzan en proyectar los religiosos y religiosas que aparecen en televisión, siempre con la sonrisa luminosa de quien parece haber sido tocado/a por el don divino de la felicidad eterna y en cuyo interior no puede caber maldad alguna. Esta es la imagen que venden y esto es lo que le han comprado sin muchas objeciones la mayoría de los tertulianos expertos en todo, que pululan por los programas matutinos y vespertinos de la parrilla televisiva